viernes, 27 de mayo de 2011

Leyenda Cazorleña. "Los fantasmas del Santo Cristo" escrita por el Licenciado Pedriza.

Calle Cantarranas en la actualidad




"LOS FANTASMAS DEL SANTO CRISTO"

I

  Era Don Máximo Orduña
el Alcalde de Cazorla,
estudió en Salamanca,
honra y prez de la toga,
el birrete que le cubre
termina en dorada borla
y ciñe espada en el cinto,
que es honor que el Rey le otorga,
escudo sobre la puerta
tiene el palacio que mora
y sobre su pecho lleva
de Santiago la cruz roja.

II

Una hija bella y casta
tenía el noble señor,
llamada doña Dolores
cual su madre que murió;
cien caballeros desean
conquistar el corazón
de la inocente gacela,
pero con baja intención,
más piensan en los doblones
que la señora heredó
a la muerte de su madre,
que en su seno la guarde Dios,
que en el noble cariño
que sabe ofrendar amor,
pero ella a ninguno quiere
entregar su corazón,
que es fuerte y no se rinde
a una liviana pasión;
a todos, muy cortestemente
anuncia su decisión.
Enfurecidos los mozos
al ver rota su ilusión,
creyéndose mal preciados,
le juran venganza atroz,
más a ninguna amenaza
doña Dolores cedió.

III

Un galán apuesto y joven
a Cazorla llegó un día,
cabalga brioso alazán
con espolique de guía,
dijo llamarse Fernando
de Sandoval y Barcinas,
ser oriundo de Toledo
y que de Baeza venía,
llamábase fijodalgo,
porte de noble tenía,
alto cuerpo, finas manos
y bella fisonomía,
decir sereno y cortés,
pero de gran energía
-por órdenes se tomaran
los favores que pedía-
y un mirar tan imperioso
que a quien miraba aturdía.

IV

Era el mes de las flores
una serena mañana,
paseaba don Fernando
por las calles solitarias
del Cristo de la Piedad,
La Tejera y Cantarranas,
cuando le cayó a su lado
un ramo de flores granas;
luego de coger el ramo
quiso ver quien lo arrojara,
miró hacia arriba y vió,
asomada en una tapia
de un jardín allí cercano,
una lindísima dama,
que estaba tanto más bella
cuanto más ruborizada,
quien azorada y cortés
de esta manera le hablaba:
"Perdonad, noble señor,
cuando vos por ahí pasaba
callóseme aqueste ramo
que a poco os molestara"
"No he de perdonar, señora,
-dijo Fernando a la dama-,
pues estas flores me brindan
la ocasión tan esperada
de poderos conocer,
que es honor que tanto ansiaba;
de su belleza, señora,
era tan grande la fama
que, teniéndoos por bella,
creíala exagerada;
pero confieso mi error,
sois más bella que os declaman".
"Galante sois, caballero,
y por ello os doy las gracias,
mas... devolvedme las flores...
mi padre me espera en casa".
"Tomad las flores, señora...
permitidme que os rogara
quedarme con una de ellas,
recuerdo de esta mañana,
que guardaré cual si fuera
mi reliquia más preciada".
"Escogedla, caballero,
pero es recuerdo que pasa
aquel que sólo mantiene
una rosa ya cortada..."
Hablando de esta manera
la entrevista se alargara
y cuando se despidieron
con "adiós, hasta mañana"
él marchose ilusionado
y ella quedó enamorada.

V

Despues de aquella mañana
todos los días pasaron
feliz y rápidamente
para los enamorados,
y bien pronto en el pueblo
los amores comentaron
del fidalgo Sandoval
y la hija de don Máximo,
y las viejas celestinas
mucho del asunto hablaron,
tejiendo cien mil historias
de la vida de don Fernando:
lo mismo decían que era
del Rey un hijo bastardo,
que le ponían la cruz
por creerlo endemoniado
y sólo estaban conforme
en que había de ser trágico
el final de los amores
de Dolores y Fernando.
De todos estos rumores
toman tan sólo lo malo
los distintos pretendientes
por la dama despreciados,
y con perversa intención
hasta el alcalde llegaron,
y, en amigables coloquios,
mil intrigas le contaron:
le dijeron que su honra
peligraba por Fernando,
persona vil y bellaca,
que dinero iba buscando
y que engañar a Dolores
sólo quiere el desalmado,
para vender su silencio
por precio bien elevado.
Con estas y otras historias
al buen viejo engañaron.

VI

Son al filo de las doce
de una noche de invierno,
torrencial cae la lluvia
y silva con furia el viento,
a la luz de los relámpagos
sigue el ruído del trueno.
Del palacio del de Orduña
en una reja, muy quedo
hablan los enamorados,
entre suspiros y besos.
En este coloquio estaban
cuando por el otro extremo
de la calle Cantarranas
aparece el farolero,
que alumbrando va a la ronda,
que de noche guarda el pueblo.
Es de esta ronda el Alcalde
quien se adelanta primero
y, cerca ya de la reja,
desenvainando el acero,
"bellaco-dice a Fernando-,
está a defenderte presto
si no quieres que te mate
cual mereces, como un perro"
Don Fernando que conoce
por la voz al noble viejo
y que ignoraba las causas
de todos los improperios,
quedóse desconcertado;
mas, tomándolo por miedo,
el de Orduña va y le cruza
el rostro con el acero;
y al sentirse deshonrado,
con arranque de león fiero,
saca Fernando la espada
y se inicia un negro duelo,
mientras la dama en la reja
lloraba su desconsuelo.
Ambos manejan la espada
como nobles caballeros
y el duelo se continúa,
hasta que por fin el viejo
atraviesa a su rival
de una estocada en el pecho,
el que, al sentirse morir,
saca de una bolsa un pliego
y lanza el último aye
cuando intentaba romperlo.
Coge el de Orduña el papel
y alúmbrale el farolero,
mas luego que lo hubo leído
quedóse convulso y trémulo:
orden privada del Rey
al gran Duque de Soteros,
persona de su confianza,
sobre un asunto secreto,
y en la cual se condenaban
a muerte a todos aquellos
que, sin la real voluntad,
llegasen a conocerlo.
No bien el de Orduña supo
lo escrito en el blanco pliego
cuando lo rompe en pedazos
y quema los trozos luego,
y asiendo después la espada
clavóla entera en su pecho
sin que impedirlo pudieran
ni alguaciles ni serenos.
Al verlo doña Dolores,
desmayada cayó al suelo,
y aunque acudieron a ella
y avisaron al galeno
era inútil su servicio,
de la impresión había muerto.

VII

Desde entonces en el pueblo,
la noche de Santa Bárbara,
en que se cumplen los años
de aquella escena tan trágica,
cuando el reloj de la torre
da las doce campanadas,
tres fantasmas aparecen
en la calle Cantarranas:
el uno lleva un papel,
y el otro empuña una espada
y el otro trae en la mano
un ramo de flores grana.
Son de aquellos desgraciados
sus ánimas condenadas,
que imploran un Padrenuestro
al que por allí pasara.


La Leyenda "Los fantasmas del Santo Cristo" fue premiada en el Certamen Literario celebrado en Cazorla, con motivo de las Fiestas de Septiembre de 1950. De ella se hizo entonces una reducidísima primera edición.




Placa de la calle en la actualidad